Reconstitución

 Andando por los mares de la inmensidad, aquel barco amarillo se rompía, se fracturaba y astillaba. Sin tripulación andaba solo, por el caos que algunos llaman vida. En aquella máquina que no para, en aquel destino cierto que es la destrucción, ya que nunca se detuvo a pensar. A cambiar las olas o el rumbo. Pero eso no fue todo.

Van 10 días de frío intenso. Se congelan las tablas de madera ya humedecida por el andar. El invierno llegó o llegue al polo sur. Donde tormentas intensas intentaban destruirme. El barco sin tripulación se sentía vivo. Temiendo lo peor. Sintiendo.

El sentir es más fuerte que la razón. ¿Cómo un barco de madera amarillo puede sentir?

"Me niego a creerlo. Soy un barco y no puedo sentir." Entonces el barco se dio cuenta que pensaba.

Sentir y pensar para un barco lo volvió en su contra. Tomo rumbo hacia la playa más cercana ya que podía controlarse a sí mismo. Pero al hacerlo una ola grande le jugo una mala pasada y lo estrelló contra la playa partiéndose en mil pedazos.

Flotando en el mar, en la playa y caído en las profundidades perdió toda razón y sentir que había conseguido.

Las aguas que lo habían destruido sabían que un barco sin rumbo no podía seguir por siempre así. Por eso lo destruyeron.

Pasó un día más. Ya no era más nada. Ya no era ni siquiera un fragmento de barco ni de madera. Sólo sal del mar.

Pasaron miles de años. El barco se reconstituyo en un ser humano. Que podía sentir y pensar y navegar por el mar sin miedo a ser destruido porque había sido reconstituido. Como el ave fénix que renace de sus cenizas. Como el polvo de estrellas que forma la vida.

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